Mariano épico
A la memoria de Mariano Moreno,
el gran revolucionario Argentino.
Abrazo el polvo,
abrazo el aire.
Me abraza.
Hay una cadencia,
un ritmo descompasado
Apenas un batir de alas
en la espesura de la noche
Casi imperceptible,
como ésta muerte.
Un océano inmenso
me recibe
y su abrazo es helado
Eterno…
Apenas puedo pensar. Cuántas cosas ocurrieron en poco tiempo. La incipiente revolución que no deja de ser algo utópico. Queremos creer que existió, cuando sólo fue un intento, una simulada emancipación por los caminos de la falsa libertad, una simple ilusión.
Estoy angustiado, como si no hubiera salida para éste tormento y una mano impiadosa quisiera aplastarme; la mano de los inmorales, de los vende patria.
¡El dolor es tan profundo! escucho el rumor del pueblo, de los caídos, que son caricias de aliento para seguir luchando, mientras las dagas filosas de los traidores atraviesan la carne.
Hay en ese clamor un estigma, un duelo eterno. Pero no voy a flaquear, los barreré como el viento a las hojas después de una gran tormenta. Limpiaré las calles de mi pueblo de toda la basura extranjera que ponga en peligro nuestra libertad.
El mar es tan inmenso, divide al mundo en pequeños mundos…lo cruzo, lo penetro, es una amante endemoniada a veces, mansa otras, pero le temo, porque me llama…
El sopor me lleva al sueño. La onírica batalla me busca. Allí es siempre de día; los caballos sacuden sus crines enmarañadas, relinchan de ansiedad ante el fragor de lo que se avecina. Nunca la lucha es en vano, ni siquiera la muerte. En éste tiempo salvaje el cuerpo no vale nada, sólo las ideas.
De lejos se siente algo. Un movimiento casi imperceptible, pero que se puede oler. Es el miedo. Un roce leve de animal asustado que intenta esconderse.
La punzada en el vientre se asemeja al deseo ¿es que todas las pasiones explotan así? Golpean las tripas, se meten en la sangre, enloquecen al corazón…
Ahora los caballos están alertas, las orejas paradas como perros cazadores, hasta el pelo se desenmaraña por la tensión…nadie respira. Sólo se siente el corazón golpeando contra los límites de los huesos, ni un ave vuela, parece un cuadro, burdo y decadente, ¿dónde está el enemigo? ¿Dónde? ¿Acaso es invisible?
El sueño se repite una y otra vez. Mi cuerpo va perdiendo las fuerzas en esa batalla, pero mi corazón tiene la voluntad de miles de ejércitos. Me están matando, lo sé. Pero sólo es el cuerpo que no quiere responder, hay algo que nunca fenece, y ese algo latirá siempre entre aquellos que quieran y defiendan la verdad y la libertad.
Ya no importa si el mar me traga, ni siquiera las hermosas palabras póstumas que pretenden hacerme un grande entre los grandes. Soy un hombre, simplemente un hombre, y lo único que me doblega es la pasión…ni siquiera la muerte.
Estoy angustiado, como si no hubiera salida para éste tormento y una mano impiadosa quisiera aplastarme; la mano de los inmorales, de los vende patria.
¡El dolor es tan profundo! escucho el rumor del pueblo, de los caídos, que son caricias de aliento para seguir luchando, mientras las dagas filosas de los traidores atraviesan la carne.
Hay en ese clamor un estigma, un duelo eterno. Pero no voy a flaquear, los barreré como el viento a las hojas después de una gran tormenta. Limpiaré las calles de mi pueblo de toda la basura extranjera que ponga en peligro nuestra libertad.
El mar es tan inmenso, divide al mundo en pequeños mundos…lo cruzo, lo penetro, es una amante endemoniada a veces, mansa otras, pero le temo, porque me llama…
El sopor me lleva al sueño. La onírica batalla me busca. Allí es siempre de día; los caballos sacuden sus crines enmarañadas, relinchan de ansiedad ante el fragor de lo que se avecina. Nunca la lucha es en vano, ni siquiera la muerte. En éste tiempo salvaje el cuerpo no vale nada, sólo las ideas.
De lejos se siente algo. Un movimiento casi imperceptible, pero que se puede oler. Es el miedo. Un roce leve de animal asustado que intenta esconderse.
La punzada en el vientre se asemeja al deseo ¿es que todas las pasiones explotan así? Golpean las tripas, se meten en la sangre, enloquecen al corazón…
Ahora los caballos están alertas, las orejas paradas como perros cazadores, hasta el pelo se desenmaraña por la tensión…nadie respira. Sólo se siente el corazón golpeando contra los límites de los huesos, ni un ave vuela, parece un cuadro, burdo y decadente, ¿dónde está el enemigo? ¿Dónde? ¿Acaso es invisible?
El sueño se repite una y otra vez. Mi cuerpo va perdiendo las fuerzas en esa batalla, pero mi corazón tiene la voluntad de miles de ejércitos. Me están matando, lo sé. Pero sólo es el cuerpo que no quiere responder, hay algo que nunca fenece, y ese algo latirá siempre entre aquellos que quieran y defiendan la verdad y la libertad.
Ya no importa si el mar me traga, ni siquiera las hermosas palabras póstumas que pretenden hacerme un grande entre los grandes. Soy un hombre, simplemente un hombre, y lo único que me doblega es la pasión…ni siquiera la muerte.
Mariano Moreno, Abogado, periodista y político argentino, tuvo un rol decisivo en la Revolución de Mayo. Dedicó varios años a traducir la obra de Rousseau, principalmente su Contrato social, pero sólo la editó en 1810 en La Gaceta, con un prólogo de su autoría en que se lee:
"Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía."
Fue envenenado y arrojado al mar.